viernes, 10 de diciembre de 2010

Reposo

Vertiente

Meón

Niño tortuga

Veviendo, bibiendo

Sota de tinas

Acicalamiento

Sancho

Pose

Vendimiador

Levitina

Lavandera

Pose I

Entrando

El Nacimiento en tina

De culo

Hombre en tina

Niño-caparazón

Experimentando

Príncipes III

Oremus

Curriculum

Recibió clases de dibujo y pintura en la academia de Tzatza Papitze, completó estudios de ilustración en la Escuela de Artes de Logroño. Peatón y aprendiz eterno, albañil de profesión camarero, eterno peatón, incansable deambulante distraído, dispersión en blanco, dulce en sangre, adorador de chocolates en piel. En esta, su primera exposición, trabaja con materiales efímeros, accesibles para cualquier persona. Dibujos realizados en grafito, coloreados con acuarelas, proyectados sobre tapetes de papel.

Príncipes II

Exposición

LA SUMISIÓN DE LOS OBJETOS Una vez le escuché decir a un viejo artista que dibujar era como dejarse crecer las uñas de las manos permitiendo después que estas, pizpiretas, desparramaran su antojo de armonías sobre el papel. A mí me resultó de una chaladura un tanto grandilocuente aquello pero varios de los que entonces formaban su grupo de atentos aprendices asentían encantados, o alucinados, a las palabras verbosas de aquel hombre en camiseta. El señor Pérez-Aradros no era uno de aquellos principiantes, se lo aseguro, y no tengo idea de lo que opinará al respecto; qué importa. Cuando uno ve dibujar a José, sin embargo, no son uñas lo que se nos representan analógicamente sino volutas de humo; no son dedos en su mano diestra los que asoman sino cigarrillos puros que se adornan y acompañan horizontales en la mesa de un café. José Pérez-Aradros dibuja(ba) en los bares y sólo en ocasiones en casa, su segundo bar. Ahora ha trasladado su estudio móvil cantinero al doméstico cuarto de estar desde el que somete a las dóciles e indefensas tina y silla con su radiografía humana lapicera. Pobrecitas. Hay una técnica antiquísima oriental, anterior al cristianismo, que indaga en las trasposiciones que el alma humana vierte sobre los objetos por el mero tacto. Los cuerpos juegan igual que en una verbena de pueblo a bailar con los objetos, los abrigan, calculan su peso, intuyen su nada. Levitan. Los objetos, o las objetas en este caso (como diría una ministra) recitan su sorda vida ninguneada; se preguntan, mohínas, ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos aquí sometidas?, ¿quién nos seduce astuto y familiar y por qué? Muy seguramente las mismas preguntas que me haría yo si fuese un cubo de la basura, que se harían sus vecinos si fuesen una percha, que se harían ustedes si posaran en forma de recogedor. Pero no teman, por suerte ninguno de nosotros pasaremos por ese trago reservado en exclusiva a un cerebro de plástico. Se trata de otra cosa mucho más sencilla. Es simplemente mirar. Digan, ¿qué ven?

Príncipes

Padre Rey

Madre Reina

Tina y silla